No me busquen allí
“Roger -o Rogerio- Graetz, el principal narrador de esta novela, llega a afirmar de Guatemala: «Es un sitio donde a nadie se le ocurra buscarme si me pierdo». Porque, añade en otro pasaje: «Guatemala te contamina», -según opina Flor de Mayo Puac, otro de los personajes claves del libro. Un libro, me apresuro a señalar ya, de lectura apasionante, y no sólo para la crítica norteamericana, que lo ha puesto por las nubes, sino creo que, de modo especial, para los españoles. Muchas de las características específicas que se atribuyen al «carácter español» -asumiendo que se diga algo con esto-, adquieren un relieve especialmente cruel y llamativo en la sociedad guatemalteca de los años 80 que presenta Francisco Goldman en esta primera novela suya.
No se crea con esto que en La larga noche de los pollos blancos hay caricatura, ni trazos gruesos, ni esperpento. Y no porque las situaciones presentadas no los justifiquen. Parece que en Goldman ha primado su mitad norteamericana, y todos los personajes, incluidos los hediondos -y son los más, en un país dominado por unos dictadores desalmados- se presentan de un modo comprensivo, en ocasiones piadoso. Como consecuencia, el lector adquiere un conocimiento de la situación que no queda impregnado por las opiniones viscerales de su autor, y narrador, casi se podría añadir, porque la novela suena a autobiográfica en todo momento. De hecho, ese Roger o Rogerio, lo mismo que Francisco Goldman, es hijo de una guatemalteca de clase alta y de un judío de Boston. Y durante varias visitas a Guatemala, país donde pasó parte de su infancia, saca a la luz las tremendas miserias de esa nación centroamericana.
El motor lo constituye la investigación del asesinato de Flor de Mayo, la auténtica heroína aunque, en la novela, puesta en cuestión por las autoridades. Junto a ella destaca el periodista Moya, para el cual, según repite: «Guatemala no existe, te lo puedo asegurar yo que he estado allí». Una muestra de su reacción defensiva ante las profundas heridas morales, de todo tipo, que se ve obligado a superar con un sentido -¿del humor?- desgarrado. Y así, el lector se va enterando, indirecta, aterradoramente, de lo que es la vida cotidiana en un lugar que pasó de manos de los conquistadores españoles, a las de las grandes empresas multinacionales norteamericanas.
No es, sin embargo, una novela política. O no lo es como planteamiento, aunque termine siéndolo. Más bien desarrolla las actitudes de unas personas bastante reconocibles en un mundo de pesadilla del que no es posible despertar. Tiene también algo de «thriller», de novela costumbrista, de novela de iniciación, de confesión de debilidades. Escrita con un estilo con pocos matices, con el que sugiere poco y se narra, en ocasiones repetitivamente, todo, La noche de los pollos blancos arrastra por el contenido de las historias presentadas. El lector llega a olvidar cuál es el motivo básico que impulsa la acción para concentrarse en un conjunto de detalles y anécdotas que, a pesar de su presunta comicidad, aterran. Y encima, el lector español difícilmente conseguirá mantenerse al margen, neutral, pues en el libro reconocerá muchos de sus peores modos transplantados a un país exótico que, en muchas ocasiones, remite a éste que se pretende tan europeo y que también suena a república bananera”
Mariano Antolín Rato | España
Anagrama, 532 págs., 3.350 ptas.
Trad. Jordi Beltrán Ferrer
LA LARGA NOCHE DE LOS POLLOS BLANCOS
Francisco Goldman | Escritor guatemalteco